Ganar batallas no significa ganar la guerra, en especial, una guerra cambiante que se retroalimenta y retorna cuando finge yacer latente.
Aunque pelear no implica ganar.
Merecer la victoria no implica obtenerla.
Heridas durmientes que despiertan ante el roce. Duelen.
Es menester levantarse una vez más, incluso con la sangre fluyendo, roja y centelleante.
Suspirar, mirar a la guerra a los ojos y regresar.
Siempre regresar.
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