Y de repente te llega la noticia de que ya están listos. Y la alegría se adueña de todos los orgánulos de tus felices células. Y vas a buscarlos. Y los coges en brazos. Y los sientes en tus manos. Sientes el peso de las letras yaciendo entre tus dedos. Y lo miras. Y lo abres. Y lo cierras. Y lo vuelves a abrir. Y lo vuelves a cerrar. Te deleitas con la cubierta. Contemplas el reverso. Y cuando dejas de observarlo, regresas otra vez la mirada a los pocos segundos para cerciorarte de que sigue allí. El tacto no es suficiente. Necesitas verlo. Necesitas comprobarlo una vez más. Y sobre tu piel continúa. Entre tus dedos. Entre tus manos. Entre tus brazos.
Y él, tu primer libro en papel, parece guiñarte un ojo. Y le susurras "te estaba esperando". Entonces crees sentir en el alma una voz que emerge de entre sus páginas: "en realidad nunca me fui".
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